Jorge Retamoza: un saxo para la música de Buenos Aires
Por Eduardo Minutella
Las afinidades electivas entre ciertos instrumentos y géneros musicales se generan en nuestra mente a menudo sin pensarlo. Así, un saxo nos remite casi inmediatamente al jazz, y un bandoneón, al tango. Por supuesto, la música popular de la era grabada no ha estado al margen de mixturas, préstamos culturales, hibridaciones y formas mestizas de diverso tipo. El sonido de un sitar, por ejemplo, nos transporta en primera instancia a la música de la India, pero tal vez también a Tomorrow Never Knows (The Beatles, 1966) o a las grabaciones de los años 70 y 80 del trío de world-jazz Codona. A lo largo del siglo pasado, músicos de diversos géneros se han propuesto sacar a sus instrumentos de los ambientes más habituales en los que se desempeñaban, para abordar lenguajes que en primera instancia podrían resultar más extraños o ajenos. El saxofonista argentino Jorge Retamoza es uno de ellos. Por eso, aunque no desdeña la música que forjaron desde su instrumento hombres como Lester Young, Stan Getz o Coleman Hawkins, su vocabulario musical es principalmente el del tango.
Para Retamoza, que lleva más de tres décadas de grabaciones y ha liderado varios proyectos en los que enfoca al tango desde el saxofón, su instrumento le aporta al repertorio usual de tangos, valses y milongas un color diferente. Y algo de eso hubo desde el inicio, cuando los vientos no eran tan ajenos al tango. Aunque a menudo se lo suele olvidar, nos dice el entrevistado, el clarinete y la flauta estuvieron presentes desde el origen mismo de estos géneros, por lo cual fueron valiosos predecesores para el saxofón. Sin embargo, continúa, su enfoque para abordar tango es diferente al que tenían aquellos pioneros: lo que busca es trasladar a un instrumento de metal las partes protagónicas que suelen ser asignadas a los violines y los bandoneones.
En esa operación de transformar al saxo en un instrumento solista, Retamoza reconoce algunos antecesores, aunque ninguno de ellos haya decidido permanecer por largo tiempo en aquel territorio. En primer lugar, Leandro Gato Barbieri. A comienzos de los años 70 del siglo pasado, el mítico saxofonista rosarino comenzó a alejarse del free jazz y grabó algunos discos en los que abordaba algunas piezas del repertorio porteño, como Milonga Triste (Piana-Manzi) y Mi Buenos Aires Querido (Gardel-Le Pera). Poco después, en 1974, Astor Piazzolla grabó en Italia el ya clásico Summit, en el cual el pionero del cool jazz Gerry Mulligan sumaba su saxo barítono a la música compuesta por el bandoneonista. Para Retamoza, esta referencia es imprescindible, ya que abre muchas posibilidades para la exploración sonora: “Summit es un disco inaugural, si tocás el saxo y querés tocar tango, es un hito ineludible, porque además el saxo barítono es el mejor saxo para vincularse con el bandoneón en términos de orquestación”.
Aunque Retamoza por momentos ha buscado tomar distancia respecto de la música y la gestualidad piazzolleana, y además de composiciones propias ha grabado las de modernizadores del siglo pasado, como Eduardo Rovira, o las de próceres de la guardia vieja, como Eduardo Arolas, cada tanto regresa a aquel legado. Durante el confinamiento obligado por la pandemia, por ejemplo, ha vuelto a trabajar en versiones para cuartetos de saxo de clásicos del marplatense. Quienes busquen otras resonancias, en cambio, pueden recorrer otros hitos de la discografía del saxofonista porteño. Por ejemplo, tanto Colores del Otoño (2015) como Vectores (2018) dan cuenta del caudal sonoro y del trabajo armónico y melódico sofisticado que caracterizan a Retamoza, un músico a la vez popular y erudito que puede pasearse por la tradición con la misma ductilidad con la que se mueve en la orquestación o la improvisación libre.
“¡Mirá que ha sido difícil el tema saxo tango!”, nos dice antes de terminar la entrevista este abanderado de la causa de transformar a ese instrumento en una voz tanguera. Y continúa: “Yo empecé en un campo donde habían florecido pocos proyectos de muy pocos referentes. De alguna manera, entre mis composiciones y los temas más clásicos intenté mostrar que se puede sonar a tango con el saxo”. Par creer que sí basta con sumergirse en algunas de sus composiciones, como el tango Impresionismo Porteño o el vals Bar El Olvido, en sus versiones de clásicos, como La Cachila o Mal de Amores, o en su relectura pandémica de la música de Piazzolla. Quien sabe de a poco el saxo se vaya convirtiendo en una voz más habitual para la música de Buenos Aires. Como cantaban los Beatles, mañana nunca se sabe.